«Los que se dicen apolíticos son de derechas», rebuzna el laureado cineasta. Cela, que de cuando en cuando acertaba, y puesto que le hacían preguntas sobre los asuntos más diversos, tuvo que dar la explicación: el hecho de haber acertado en una cosa no significa que se vaya a acertar en todas las demás.
Almodóvar se cree que diciendo eso se comporta como demócrata. Y no, señor melón. No. Un demócrata sabe que el voto es secreto y que es posible que quienes piensan lo contrario, siempre que sea dentro de la Constitución, puede ocurrir que sean los que acierten.
Pero es que ni siquiera es original, porque eso mismo ya lo dijo el también ‘demócrata’ Felipe González, que quería que la gente fuera por la calle con el carnet socialista en la boca. Éste es el tipo más sobrevalorado de la política española. Si hubiera estado a la altura de las circunstancias, ahora sería el referente no sólo del PSOE, sino de toda la izquierda. Sin embargo, un mamarracho como Pablo Iglesias se le ha subido a la chepa con toda tranquilidad, sin que el PSOE haya sido capaz de defenderlo.
Fue Adolfo Suárez quien hizo todo lo posible, y lo pagó muy caro, para que los españoles tuviéramos democracia, y cuando tuvo que hacerlo la defendió con gallardía, al contrario que otros cuyo papel en el caso es muy turbio, y luego los aplausos se los llevó quien menos los merecía. Pero ahora están cambiando las tornas, y se empiezan a reconocer los méritos de uno y los deméritos del otro.
Almodóvar, estúpidamente, exhibe su odio a la derecha, y los años que llevamos de democracia van demostrando que, a pesar de los complejos que arrastra y que se ha dejad0 comer el terreno en el plano cultural, en el desempeño del poder viene haciendo menos daño que la izquierda, que en los momentos actuales demuestra su predisposición a hundir en la miseria a España.
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