Cabria decir que el pasteleo es entre el PSOE y el PP, pero en realidad lo ha propiciado la ambición de esos dos personajes, más pendientes de sus carreras que de lo conviene a España.
No hay constancia de la vocación democrática del PSOE, salvo en algunos casos aislados por parte de miembros suyos a lo largo del tiempo, puesto que fue este partido el que acabó con la pequeña independencia con que los jueces comenzaron la andadura democrática.
Tampoco en el PP ha habido empeño en reponerla, salvo que iba en uno de los programas de Aznar y luego quedó en nada.
UPyD la llevaba en su programa, pero la ciudadanía no entendió que este asunto es crucial y no lo votó.
En la actualidad, la democracia por la que suspiramos los españoles durante tanto tiempo y que finalmente nos fue dado disfrutar, sin que, evidentemente, haya sido entendida por la mayoría, puesto que se han venido admitiendo comportamientos antidemocráticos, mientras que se acusa gratuitamente de antidemócratas a otros, está gravemente amenazada, puesto que hay varios ministros comunistas en el gobierno, con prerrogativas no sólo para hacer una maldad tras otra, que las hacen, sino para imponerse a otros componentes del gobierno, mejor preparados y con no tan mala intención.
En estas circunstancias, y para proteger el sistema, resulta urgente democratizar todas las instituciones convirtiéndolas en independientes. Sin embargo, en las informaciones de la prensa aparece la noticia de que Casado ha accedido a renovar el Tribunal Constitucional porque hay dos magistrados conservadores con los que no termina de entenderse.
Pero es que ni siquiera debería intentar entenderse con ninguno, debería limitarse a dejar que hagan su trabajo siguiendo los dictados de sus conciencias.
Así que si uno quiere dominarlo todo y el otro también, lo que queda patente es que las convicciones democráticas de ambos dirigentes son nulas y los afiliados de ambos partidos deberían ponerlos a los dos de patitas en la calle.
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