Se han puesto a contar el número de entrevistas que ha concedido en español, para compararlas con el que ha dado en el engendro que Pompeyo Fabra ideó con fines políticos y no lingüísticos.
Además, la tenista tuvo la desfachatez, para ellos, los separatistas, de posar con una bandera española. También hacen ellos lo mismo cuando se juegan la pelo. En vísperas de la gamberrada criminal del 1 de octubre corrieron todos a abrirse cuentas en bancos de fuera de Cataluña.
Los catalanistas componen la especie más dañina, después de la de los etarras, sus valedores y sus amigos, que hay en España.
Unos y otros hacen mucho mal, valiéndose de las ventajas que les dieron los artífices de la Constitución, que ya se va viendo que no se distinguían por el amor a la nación que les pagaba el sueldo.
Los catalanistas mienten., exageran y tergiversan sin recato. Dicen burradas como esta: «una lengua que no es de las más habladas del universo, que ha estado perseguida, prohibida, menospreciada, minorizada y que continúa siendo atacada por gente orgullosa de su ignorancia», se inventan naciones ficticias e imposibles, y tratan de imponer esta idea mediante la propaganda y la reiteración constante. Sabedores de que lo suyo es falso y engañoso jamás participan en debates en igualdad de condiciones en el que se les vaya a refutar con datos históricos, la lógica y la ciencia.
Lo propio de ellos es presionar a los disidentes de forma inmisericorde, insistir machaconamente, instituir premios de todo tipo con nombres falsarios, dar nombres de calles y plazas a entidades que no existen más que en su deseo, sembrar el odio a todo lo que no se pliega a sus deseos, abonarlo y regarlo después, hacerse las víctimas, cuando los verdugos, los malasombras, los enloquecidos. Y esa es su desgracia, se han vuelto locos y no tienen remedio.
Bien por Paula Badosa.
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