Quien patea a un policía ha perdido la condición humana, es un miserable. Seguramente, lo hizo cuando el policía estaba indefenso, con lo cual a la vileza se añade la cobardía. Un policía es un trabajador que arriesga su vida para que los ciudadanos ganen en tranquilidad. Sin policías por las calles, las ciudades serían selváticas. Además, prestan servicios impagables. Están entrenados para resolver muchas situaciones comprometidas a los ciudadanos, o prestar servicios sociales. Un ciudadano que no respete a la policía es un ser miserable.
Hay políticos degenerados que ofenden a la policía, pero que luego, tras enriquecerse porque hay incautos que les votan, se sirven de ella para que les proteja los bienes conseguidos.
Hemos llegado a un punto tal de degradación generalizada que cualquier indignidad se considera normal, hasta el punto de que el mismísimo Felipe González ha pensado que no necesita la careta y se la ha quitado. Cualquiera que se fijara en el personaje sin apriorismos podía darse cuenta de su mezquindad, que parece inevitable, porque es un tipo sin agallas. Debió de tenerle mucha envidia a Adolfo Suárez, que sí tenía. Jamás jugó limpio con él. Son muchos los que se han negado a ver la auténtica cara de Felipe González y han querido considerarlo como un buen político. Son los mismos que alababan a Pujol, el Muy Honorable. Es que la mezquindad está muy extendida, pero hasta la llegada del Felón a la Moncloa se intentaba disimular. Ya con él al mando, y merced a la desvergüenza con que actúa, todos los bellacos de España se atreven a mostrar su condición.
Incluso el tipejo este, del cual no cabe esperar nada bueno, se atreve a mostrar su indignación por una condena más que merece y que incluso parece leve. Patear a un policía va claramente en contra de los intereses de la sociedad. Es un ataque a los ciudadanos. Es una vía hacia la dictadura.
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