viernes, 29 de octubre de 2021

Pedro Sánchez no es resiliente

 

Eso se lo haría creer Irene Lozano, que le escribió el libro -y quizá ahora le esté escribiendo unas Meditaciones, como las de Marco Aurelio-, o se lo diría él y ella no se atrevería a decir que no.

La primera norma de la resiliencia no puede ser otra que la de mantener bajo control las emociones, y él está dominado por dos, el odio y la ambición. Lo suyo es capacidad de maniobra y la falta de escrúpulos. Digamos que tampoco se hunde tras un fracaso, pero eso no significa que sea resiliente.

Si no estuviera dominado por la ambición no habría puesto tanto empeño en ser presidente, ya que no tiene ninguna preparación para el cargo. Sánchez es un presidente del gobierno incompetente. La situación de la nación empeora a marchas forzadas con él.

Pero es que, además, si no estuviera dominado también por el odio, tras la contienda electoral habría pactado con el PP y con ello se habría procurado una legislatura cómoda, con un gobierno mucho más competente que el actual, lo que le habría ofrecido la posibilidad de ganar las siguientes elecciones por mayoría absoluta.

Su odio lo domina de tal manera que tras conocer los resultados electorales se apresuró a pactar con los comunistas, a pesar de que el comunismo está condenado por la UE, porque es una ideología criminal y nefasta. Se apresuró a dar ese para que desde las propias filas socialistas no le urgieran a pactar con el PP.

Esas decisiones no son propias de un resiliente, cuya virtud consiste en que todos los pasos que da son acertados. Sánchez no acierta ni uno, resiste debido a su inmoralidad, a su absoluta falta de ética, pero mientras tanto va logrando envilecer a la población mucho más que lo hizo la dictadura, que no tenía otro remedio para subsistir, y la va empobreciendo, empobreciendo, mientras que la dictadura la iba enriqueciendo.

Sánchez no es un resiliente, porque acabará muy mal. Cuando pierda el poder se enterará de lo que vale un peine. Ya los hay, en su bando, afilando las facas.

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