domingo, 3 de octubre de 2021

Yoli ‘se iguala’ a Vargas Llosa

 

El caso es que se dirige un público determinado y lo hace usando un tono didáctico, como si fuera una maestra que habla a sus alumnas -si había algún alumno en el acto, no lo he visto-, y le aplauden, sin percatarse de la falta de respeto que significa eso. Dicen que está muy bien valorada y es que sarna con gusto no pica.

Da lecciones de democracia, después de haber demostrado su simpatía por Fidel Castro y de defender postulados que aplaudiría Stalin. Tiene la cara más dura que el cemento armado.

La democracia, como saben todos menos los que la escuchan a ella, no es un sistema perfecto, sino el menos malo de todos. En democracia vale lo mismo el voto de Otegui que el de Rupérez. Es decir, del secuestrador y del secuestrado, según versión de este último.

Claro que hay gente que vota mal. Una cosa es que el voto valga lo mismo, y otra que se vote bien o mal. Otegui siempre vota mal. Vota por la destrucción de España. Y el empobrecimiento de todos, previo a la destrucción y la destrucción misma, es algo malo para todos. Otegui vota mal. Y quienes votan a Yoli también votan mal, porque lo que pretende ella es que crezca el paro, cuanto más mejor. Yoli es un peligro público. Y está ahí, de ministra, con la aquiescencia de los socialistas, que luego a lo mejor me llaman facha.

Lo dijo Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, y siempre pretendiendo lo mejor para la especie humana, es que en muchos países de América del Sur, que tan bien conoce, se ha venido votando mal, y eso es comprobable, porque algunos de esos países están en la ruina y otros, por el mismo motivo, camino de ella.

La democracia requiere de personas adultas y responsables y los seguidores de Yoli son infantiles.

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