Ayer se cumplió un año del espectacular triunfo de Isabel Díaz Ayuso. La prueba de que no lo está haciendo nada mal es el particular encono con que la persigue la izquierda, toda extrema en
nuestros días, puesto que el PSOE de Sánchez ha abandonado la moderación para radicalizarse por la izquierda. Y así nos va.
Sánchez y Ayuso se parecen en que ambos son dos seres físicamente atractivos, pero a partir de este dato todo lo demás son diferencias, porque mientras ella es valiente y ha sido capaz de arriesgar, sin contar con apoyos, para defender el trabajo y las haciendas de los madrileños, él no sabe más traicionar cada vez que tiene ocasión -no se atreve con todos, con algunos, los peores, respeta la palabra dada- y pone en peligro la seguridad y el bienestar económico de los españoles.
Mientras a se la nota muy despierta y atenta a lo que ocurre, el rostro de él denota que por su interior no pasa ninguna idea, todo en él es complacencia en sí mismo. El agradecimiento es propio de los espíritus elevados y ella sabe agradecer a los madrileños que la hayan votado; en cambio, él no se ha dado cuenta de que sin Ayuso ya no presidiría el gobierno, porque España estaría en la ruina y él habría tenido que huir a toda velocidad. Madrid es el motor económico de España gracias a la buena gestión de Ayuso. Pero en lugar de estarle agradecido, juega sucio con ella.
Si fuera ella la candidata del PP, la votarían hasta en Cataluña y el País Vasco. Del mismo modo que funciona como raticida, también sería un antídoto eficaz contra la tenia. Barcelona tiene una tenia en sus tripas, que se llama Colau, y que le está arruinando la salud. Cataluña tiene muchas tenias, cuyos nombres no es necesario reproducir. El País Vasco también anda muy flojo en lo que se refiere a la moral y la ética. Lo revitalizaría.
También le sobran arrestos a Ayuso para quitarles las gambas a los sindicatos y así los trabajadores también podrán comerlas.
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