Juan Carlos I cometió errores, qué duda cabe, pero ha pagado un precio exageradamente alto por ellos. Y no se le han agradecido los grandes servicios que ha prestado a España. Si se tienen en cuenta ambas cosas, queda un saldo netamente a su favor.
A políticos de su tiempo se les pueden achacar errores del mismo estilo y otros mucho peores. A Felipe González, por ejemplo. Y no se les piden cuentas.
Si Felipe González no lo hubiera querido así, los nacionalistas no habrían disfrutado de tantos privilegios y ventajas, que han aprovechado en contra de España. Tampoco la Constitución habría posibilitado que partidos antisistema pudieran participar en el Sistema. No contento con eso, en cuanto ganó las elecciones acabó con la independencia de los jueces. Quería tenerlo todo bajo control. Desactivó a la mayor parte de los intelectuales por medio de Polanco. Les pagaba mucho mejor que los demás medios, de modo que unos porque estaban en nómina y otros porque no querían comprometer su posibilidad de estar, pasaron a ser intelectuales orgánicos.
Nunca hemos gozado de tanta libertad como con Adolfo Suárez, con el que Juan Carlos I no se portó bien, ni tampoco casi nadie.
La Corona viene siendo desde el primer día el principal sostén de la democracia en España. Los españoles, que anhelamos este sistema porque es el que rige en las potencias de nuestro entorno, no nos hemos preocupado en convertirnos en demócratas, de modo que la democracia nos ha llegado de arriba, oficialmente por deseo de Juan Carlos I, y es la Corona la que garantiza que continuemos disfrutando de este sistema.
De ahí que los enemigos de la democracia, los partidos antisistema insistan en sus ataques hacia ella.
Afortunadamente, el personal se va cansando de Podemos. Se nota, más que en las encuestas, en que ni Sánchez ni Díaz cuentan con este partido para la próxima legislatura.
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