Todos los que se desplazan por las aceras en vehículos con ruedas son como los catalanistas. Gentes que no respetan las leyes, el orden, ni a los demás.
Quieren imponer sus caprichos, su conveniencia, su chulería y abusan de la permisividad municipal.
Me van a romper la cara, porque si se les consiente medio metro a los salvajes, se toman dos. Me han amenazado e insultado, y en algún momento la amenaza no será tal.
Son muchos los gamberros y votan. Es por ese agujero del sistema por el vandalismo se impone a la ley y a la razón.
Rebelarse contra las injusticias y tratar de impedir la catástrofe es un deber ciudadano.
Con el dinero de todos, se les han regalado los carriles bici, robando espacio a los automóviles, que pagan muchos impuestos, y a los viandantes. Los médicos recomiendan caminar, pero los ayuntamientos ponen muchas dificultades a quienes lo quieren hacer. Los carriles bici los deberían haber pagado los usuarios. Así sería como luego querrían utilizarlos. Lo que es gratuito no se aprecia y así muchos sinvergüenzas aunque tengan el carril bici al lado van por el centro de la acera.
En estas condiciones, la ciudad ya no existe. Este nombre ya no es apropiado, ahora hay que hablar de la selva. Quien decide desplazarse caminando tiene muy difícil volver vivo a casa. Más de una vez y más de dos, yendo por los espacios antaño reservados a los peatones, me han pasado a toda velocidad, una por cada lado, dos bicicletas. A lo mejor no me rompen la cara por protestar, sino que directamente me atropellan. Luego se fugarán y nadie los encontrará. Suponiendo que haya voluntad de buscarlos.
Las aceras justifican a las ciudades. Son los espacios destinados a la vida amable. A pasear, charlar, entretenerse mirando esto o aquello.
No hay modo de que lo entiendan. Los catalanistas no entienden nada que no les convenga.
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