Cuenta Jesús Cacho -que cuenta con fuentes de información fidedignas- en Voz Pópuli que Pedro Sánchez, cada vez que le presentan una encuesta, la emprende a patadas con todo lo que encuentra en su camino. Que no es suyo, es de los españoles.
Le enfurece que el personal no sepa reconocer sus cualidades, ni siquiera Dios está a su altura. Tanta incomprensión le enfurece. Ni su capacidad de resiliencia, ni sus muchas cualidades son suficientes para contener la furia que surge de su corazón. ¡Pobre hombre!
Sorprende que quienes no tienen más remedio que conocerlo, porque trabajan en sus proximidades, se atrevan a presentarle encuestas tal cual, propias o de otros. Lo prudente, en su caso, sería que actuaran como Tezanos y le presentaran unas encuestas pintarrajeadas de color de rosa, o del color que más le guste, que yo no sé cuál es. Y frente a él que le hablaran como debe de hacerlo Adriana Lastra, pero no necesariamente como ella, también pueden tomar como modelo a Nadia -o sea, nadie- Calviño o Margarita Robles, cuyo proceder no se asemeja nada a ningunos de los robles del mundo.
Eso sería lo prudente, y no estaría mal actuar así, y si pudiera ser ponerle una televisión cuyas noticias que diera siempre fueran de su agrado y fuera él, ¡Él!, el protagonista.
Es cierto que todo sería mentira, pero, a fin de cuentas, para él todo sería verdad y así nadie correría el riesgo de recibir una patada en el culo o en la espinilla.
Sea verdad o sea mentira lo que se le cuente, Pedro Sánchez no va a cambiar. Es demasiado perfecto para plantearse la posibilidad de hacer cambios. Es el mundo entero el que no se entera. Si España se va a pique no es por su culpa, es porque los españoles no le aplauden con bastante fuerza, no terminan de comprender que no hay otro igual en el mundo.
Y en eso, quizá, tenga razón. No hay otro igual.
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