Isabel Díaz Ayuso es una mujer adulta y que, por tanto, asume sus responsabilidades sin esperar a que nadie se las autorice. Es una feminista cabal.
El caso es que otras mujeres pretenden apropiarse del término feminismo y decidir quién es feminista y quién no. Pero del mismo modo que han optado por llamarse feministas podrían haber decidido tildarse de ornitólogas. Claro que lo que hacen ellas no tiene nada que ver con la ornitología, pero con el feminismo tampoco. Lo suyo es como un clan, una secta, una aspiración común a vivir del erario.
Ponen el grito en el cielo según en qué casos y lo que menos les preocupa es si aquello por lo que alzan la voz, o callan como puertas, es justo o injusto. Lo único que les preocupa es si la persona implicada es de su tribu o no.
Se dicen feministas, pero luego obedecen sin rechistar a sus jefes y hacen lo que les mandan y les aplauden a rabiar. Uno de esos dice que cuando va a Aragón primero pasa por Huesca. Otro confunde a Einstein y Newton y piensa que ser macho alfa es azotar hasta sangrar y entonces llega Ayuso y le corta las coletas a uno y le canta las verdades del barquero al otro.
Ayuso tomó sus decisiones en Madrid, en beneficio de los ciudadanos, sin el apoyo de su partido, ni de quien entonces lo presidía. Tomó riesgos, fue valiente, y de ello se benefició toda España, porque gracias a que la Comunidad de Madrid se convirtió en el motor económico de la nación España no entró en quiebra, con lo cual Sánchez salvó momentáneamente su cabeza. Pero los hay que no se lo saben agradecer. Hay gente que no conoce la virtud del agradecimiento. El mismo necio que calla ante los desmanes de Oltra, hace acusaciones a Ayuso que no se sostienen. Ella, como auténtica feminista, sí que ha salido en defensa de la menor abusada.
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