Hay un dato irrefutable que permite afirmar esto de forma rotunda y es que él mismo ha afirmado que sí que lo será. No me consta que Adriana Lastra haya salido aún a reafirmar lo dicho por su jefe, pero aun sin este dato hay suficientes motivos para dar por sentado que no repetirá como candidato.
Aparte de eso, algunos de los barones socialistas ya se van dando cuenta de que con Sánchez en la Moncloa las posibilidades que tienen de conservar sus cargos se reducen considerablemente.
Uno de los que no se ha enterado, o acaso sea que lo tienen cogido por dónde más duele, es Espadas, que se dirige ufano y satisfecho hacia lo que todo apunta que será su desolladero, sin intentar probar nada que pueda cambiar la dinámica, sino siguiendo al pie de la letra las directrices que le marcan desde Ferraz. Si lo hicieran desde Génova serían las mismas.
Las risas hirientes de Sánchez en el debate demuestran que este hombre no está bien de la cabeza. Un presidente del gobierno no debe exteriorizar su odio de forma tan palpable. Es más, un presidente no debería sentir odio, puesto que este sentimiento denota el fracaso en la lucha consigo mismo, con sus demonios internos. Tampoco es correcto que atribuya, sin datos que lo corroboren, intenciones o querencias a otras formaciones políticas.
Puede atribuirle, por ejemplo, simpatías hacia los terroristas a Bildu, puesto que en este caso es palmario. También puede atribuirle a otro partido, ERC, deslealtad a los españoles y a la Constitución. Y Podemos sus querencias comunistas y su empeño en estorbar cualquier cosa que convenga a España.
Por último, podría atribuirse a sí mismo su incapacidad para ir más allá de la propaganda, de hacer algo que sea bueno para España, por ejemplo, haciendo que disminuya el paro, pero no a base de aumentar el empleo público.
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