El impostor que ocupa la presidencia del gobierno está desesperado porque ya no puede engañar a nadie. No le quedan más conejos en la chistera.
Incluso hay dos dentro de su partido, Lastra y Sicilia, bastante lerdos por cierto, que están intentando situarse en previsión de que él caiga.
Sánchez tiene pánico a caer, porque no podría soportar lo de no ser el presidente y sabe que cuando deje de serlo el partido no le permitirá que vuelva a presentarse a unas elecciones.
Él también, incluso en su simpleza, ha tenido que darse cuenta de que no puede salir a la calle y que en cada una de las elecciones que se van celebrando la gente vota contra contra él, excepto en Madrid, que votaron a Ayuso, pero si en lugar de ella hubiera sido otro candidato también habrían votado contra él.
Parece ser que Tezanos trata de consolarlo y le cuenta cuentos bonitos e intenta hacerle creer que el pueblo lo ama. El pueblo.
Pero él no está muy seguro, porque quiere utilizar el comodín de Franco, sin darse cuenta, en su necedad, que con ello no hace más que darle la razón.
Pero es que sobre todo ha intentado el asalto al Tribunal Constitucional, con lo cual quedan claras sus nulas convicciones democráticas, ya que la independencia de los jueces es fundamental en democracia, y ha corrido a pedir amparo a los secesionistas, que, por su parte, también se están echando la soga al cuello.
Necesita tener a los jueces bajo control porque en el ejercicio de sus funciones ha cometido tantas tropelías que en cuanto deje el poder proliferarán las querellas y demandas contra él y no cabe descartar tampoco que acabe sus días en la cárcel.
Esperemos que los partidos democráticos comprendan que en estos momentos no tiene ninguna fuerza en la calle y, por tanto, no puede imponer su capricho. Lo han de frenar.
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