jueves, 23 de noviembre de 2023

Los jueces están asustados

 

Deben de tener en la memoria aquello de Felipe González: «quien me echa un pulso, lo pierde», que no era una bravuconada, sino que venía avalado por los hechos. Seguramente recuerdan lo que le ocurrió a Marino Barbero, por querer hacer su trabajo, A Javier Gómez de Liaño por el mismo motivo, y más recientemente el trato que reciben los jueces a los que les ha tocado algún asunto sensible, y lo que puede ocurrir con ellos en un futuro próximo, si no cae antes este gobierno.

Hay jueces que han demostrado ser competentes y que, no obstante, se tragan las manipulaciones y tergiversaciones de los panfletos gubernamentales. En otros tiempos aún disimulaban algo y sus mentiras iban bien cubiertas y disimuladas por un barniz que simulaba verdad, pero hoy en día ya mienten de forma descarada y desnuda.

Seguramente, estos jueces que se tragan esas bolas pretenden hacer ver a los vigilantes del gobierno que llegado el caso se plegarán a lo que haya, que no son peligrosos para el Felón, si no que al mantener un cierto cartel de buen jurista ante la opinión pública su labor de zapa resulta más creíble.

Si el Felón cae, defenderán su cartel pública y alegarán que lo otro son equivocaciones.

La justicia es la base sobre la que se asienta la democracia, porque solo un juez honrado puede defender a los pobres de los poderosos, que siempre tienen la tentación de extralimitarse y abusar.

Pero para que los jueces puedan ejercer su labor convenientemente han de ser independientes, y nunca lo han sido en España, porque los gobernantes siempre han ejercido una suerte de control sobre ellos. En la actualidad, ese control tiende a ser absoluto.

Cabría esperar que los profesionales del derecho se hubieran plantado, pero parece ser que no se fían unos de otros. De hecho, a Marino Barbero, a pesar de que lo que le hicieron fue atroz, no lo defendió ninguno.

Esos libros míos

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