A raíz del nombramiento de Carmen Calvo como presidenta del Consejo de Estado, se ha dicho que tiene ‘voz propia’, ella, que ha sido ministra con Zapatero y con Sánchez. Será porque nadie verse involucrado en su numerosas pifias, surgidas en su característico uso de la palabra.
En ningún partido, como demuestra la experiencia, se permite lo que no sea obediencia absoluta al líder, y en la izquierda, desde aquel «el que se mueva no sale en la foto, menos». En alguna ocasión ha habido quien se ha rebelado contra el líder, pero ha sido para pasar a depender de otro.
En el caso de Sánchez, el Felón, no solo hay que obedecerlo ciegamente, sino que, además, obliga a sus ministros y ministras a aplaudirlo mientras le abren pasillo. Es bochornoso el grado de subordinación que existe.
La ‘voz propia’ de Carmen Calvo, esa de la que nadie más quiere hacerse responsable induce a pensar que padece algún tipo de demencia o que sus capacidades no son las que sugiere su doctorado, sino cercanas a la oligofrenia. He aquí un ramillete:
«Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie». Ese es el respeto que tiene por los contribuyentes, la mayoría de los cuales pasa apuros para poder pagar los impuestos.
«La violencia contra las mujeres es el principal problema de España, así de claro. Hay que acabar con el estereotipo del amor romántico, es machismo encubierto». Esta es una serie de mentiras y estupideces que, por otra parte, hacen pensar en los varones de su familia. Y en lo bajo que debe de ser su C.I.
«Yo transmito que soy muy yo, y que voy de yo por la vida. Soy una tía a la que no doblan. Yo no renuncio a mis vaqueros ni a nada. Cuando deje de ser ministra seguiré siendo yo, que es mi verdadero cargo». Con esto deja en evidencia al tribunal que le concedió el doctorado y a todos los que le han dado cargos.
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