Tan peligroso era Navalny para Putin que lo hizo envenenar. Repuesto, volvió a Rusia, sabiendo lo que le esperaba. No haberlo hecho significaba rendirse, demostrar miedo. Supo vencerlo. Al temor.
Fue encarcelado inmediatamente. En la cárcel era un hombre libre, mentalmente libre. No había doblado la cerviz ante el sátrapa. Su ejemplo, su rectitud moral, su defensa de la verdad, se ganó la admiración del pueblo ruso. Eso se desprende de la prisa que tuvo Putin para matarlo, pensando que con ello pasaría al olvido. No ha sido así. Su madre ha conseguido que le entreguen el cuerpo, después de nueve días de pugna. Se deduce que Putin ha tenido miedo a la opinión pública y no se ha atrevido a enterrarlo en la cárcel como amenazaba.
Dijo Felipe González, ese sinvergüenza al que muchos de los que alaban a Sócrates, lo han venido votando y lo siguen defendiendo, que en democracia la verdad es lo que la mayoría piensa que es verdad. No señor. Demostró el Filósofo que los conceptos son inmutables y ajenos a lo que opinen los enredadores. También supo estar a la altura de las circunstancias.
Un catalanista, tan cretino como todos, cobarde, traidor y falsario, quiso, en su descaro, compararse con el sabio griego, que era valeroso, cumplidor de la ley y amante de la verdad.
Navalny fue un héroe, un defensor de la libertad, un ejemplo para los amantes de la justicia y de la libertad. Con su ejemplo, ha venido a traer la esperanza a las gentes de bien.
Por mucho que los golfos traten de sepultar la verdad con toneladas de mentiras, sus intentos están condenados al fracaso.
Hay esbirros intentando desacreditar a Navalny y a su familia, lo cual solo puede servir ante gentes tan infames como ellos. El ejemplo del héroe es tan claro y nítido, que perdurará a través de los tiempos. Putin, cobarde, ha dado otro paso en falso.
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