No me referiré al pavoroso incendio, sino a lo que este ha puesto sobre el tapete. Se ha producido en la confluencia de amplias avenidas, como lo son las del Maestro Rodrigo y General Avilés.
Hay otros muchos lugares de Valencia en los que los carriles bici habrían dificultado el paso de los bomberos, con las consecuencias que se pueden imaginar.
El primero en implantar esa imbecilidad del carril bici en España, si no me equivoco, fue Narcís Serra en su tiempo de alcalde Barcelona. Lo vio en alguna ciudad extranjera y se apresuró a copiarlo en España y todo aquello que no tiene sentido cunde, e inmediatamente es imitado.
El caso es que las ciudades antiguas no están preparadas para tener carril, puesto que datan de mucho tiempo antes de que surgieran las bicicletas.
Pero hasta ese momento fatídico, todo el tráfico rodado iba por la calzada, puesto que las aceras siempre han estado reservadas para la vida amable.
No hay más solución que esa. La única razonable. Luego hay un código de la circulación, unas ordenanzas municipales y una policía para hacer que se cumplan ambas.
Los usuarios, tanto de las calzadas como de las aceras, han de saber que ambas, las calzadas y las aceras, son de todos y que el mejor modo de disfrutarlas y sacarles provecho es servirse de la educación y tener en cuenta que al prójimo, sea viandante, ciclista, motociclista o automovilista, hay que tratarlo como quisiera uno ser tratado.
Cuando coinciden dos vehículos en un punto, uno de los dos tiene preferencia. En el caso de los peatones ocurre lo mismo. Hay que respetar siempre la preferencia. Si todo el mundo se comporta con educación, el carril bici no es necesario. Si no lo hay, los bomberos, las ambulancias y la policía tienen más facilidad para llegar a los sitios en los que son necesarios.
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