El Alto Comisionado de la ONU les dijo a los saharauis, hace unos pocos años, cuando éstos todavía confiaban en ese organismo: Ustedes tienen razón, pero no tienen fuerza para defenderla. Pero es quizá los saharauis esperaban que el dictamen de la ONU sirviera para algo.
Ocurre que dos de los países a los que se supone defensores de la razón, Francia y Estados Unidos, practican la realpolitik, o sea, que se ponen de parte de quien no tiene razón. A los países regidos por regímenes dictatoriales, la razón les importa un bledo. El Sahara fue una provincia de España, pero Marruecos tenía un plan que ejecutó perfectamente cuando Franco se estaba muriendo. Los saharauis quedaron desamparados. ¿Para qué sirve la ONU?
En la actualidad tenemos el caso de Afganistán después de que Biden haya decidido que la defensa de las buenas gentes del lugar no es asunto de la incumbencia de Estados Unidos y que se apañen como puedan quienes allí viven. La ONU tampoco puede hacer nada, ni lo podrá hacer cuando se dé la misma circunstancia en Taiwan, o cuando Israel tenga que defenderse de sus feroces enemigos, que además manejan una potente artillería propagandística, por sus propios medios.
Bien, pues la ONU es un organismo absolutamente necesario, pero para que tenga alguna utilidad los países del mundo le han de ceder parte de su soberanía. Y eso no es posible, porque si las dictaduras hicieran eso dejarían de serlo.
Pero no sólo son las dictaduras las que no pueden permitirse el lujo de ceder parte de su soberanía a ningún organismo internacional. A los países con gran solera democrática tampoco les conviene, porque todos tienen asuntos turbios por algún lado. El Reino Unido jamás ha obedecido las resoluciones de la ONU sobre Gibraltar.
En esas condiciones, ¿para qué mantener un organismo tan caro que no sirve para nada? Cuando se esté en condiciones de habilitar uno que sea útil será el momento de plantear el caso.
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