sábado, 28 de agosto de 2021

Ser camarero

 

No es nada fácil la profesión de camarero. A mí me disgusta que me traigan las copas o los vasos con la mano, como ocurre frecuentemente en la actualidad. El que no considere la bandeja como un utensilio imprescindible no puede considerarse camarero. Y antes del virus chino tampoco era habitual que quienes trabajaban como camareros, sin serlo, limpiaran la mesa. En un bar de Valencia había un camarero búlgaro que la limpiaba siempre, por limpia que pareciera. El virus chino obligo a establecer un protocolo que incluía la limpieza y quizá a algunos se les quede la costumbre por algún tiempo.

Un camarero ha de ser tan elegante y tan educado como el más elegante y educado de sus clientes, y con esto queda establecida la extremada dificultad de la profesión. Otra cosa es que muchos, con años de pescante, como se suele decir, tiren de oficio para salir airosos de las dificultades que se les planteen. Eso también vale.

El cliente siempre tiene ventaja, pero una dama o un caballero no hacen uso de ella. El problema consiste en que las damas y los caballeros escasean, pero un camarero, o una dependienta de la desaparecida Lanas Aragón, siempre han de estar a la altura. Han de tener recursos para capear cualquier temporal que se presente de improviso.

Dicho lo anterior, me parece correcto que se le pida una foto a un, o una, demandante de empleo. Una foto da mucha información sobre el demandante. Una imagen vale más que mil palabras. Basta con comparar una foto de Felipe VI con otra de Pablo Iglesias para entenderlo. Mientras que en uno se aprecia la cabal educación, el respeto al prójimo, la sensatez y el saber estar, en el otro todo es descuido en las formas, fanfarronería y desprecio. Vamos, que a este último nadie que se precie lo contrataría no ya como camarero, es que tampoco para reparar ascensores. Porque no se fiaría de él.

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