viernes, 27 de agosto de 2021

Metáfora de Europa

 

Podemos imaginar una fortaleza en la que sus habitantes, por sentirse demasiado seguros, se han abandonado a la molicie y se dedican a incordiarse unos a otros, a tratar de sacar ventaja, traman traiciones y venganzas y las llevan a cabo una y otra vez, y se odian todos entre sí y planifican asesinatos que piensan llevar a cabo cuando encuentren el modo de quedar impunes.

Y de pronto aparece una horda salvaje, cuyo número de componentes es inmensamente superior al de los de la fortaleza, que pretende tomarla por la fuerza, para luego trocear o cocinar a sus habitantes en vivo y comérselos. Cuánto mayor sea el dolor que se les cause, mejor sabor tendrá su carne.

Todos los de dentro de la fortaleza, asustados ante la potencia y la ferocidad del enemigo, se aúnan. Donde antes todo eran traiciones, ahora todo es nobleza. ¿Cómo es posible que este tipo que antes se comportaba de modo tan vil ahora resulte ser todo un caballero? ¿Cómo puede ser que esta mujer de la que no había modo de fiarse ahora parezca Agustina de Aragón? Pues estas cosas pasan y los seres humanos se dejan influir por las circunstancias. Según éstas, se comportan de un modo u otro.

O sea, que bendito sea el peligro que hace que los seres humanos y no como bestias. Da un poco de risa pensarlo, pero la cuestión es que esa puede ser la situación real de Europa y no nos hemos dado cuenta aún.

Habría que empezar, urgentemente, a vertebrar la defensa de Europa antes de que sea demasiado tarde. Hay que olvidar los nacionalismos, las discusiones sobre la lengua con la que nos hemos de entender, los pasados, que se pretenden gloriosos y no son nada más que pasados, los intereses egoístas, todo lo que separa, en fin, y formar una sola nación, con un solo gobierno y el objetivo principal bien claro: salvar la civilización.

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