A tenor de sus risas y sus gestos está claro que se creen muy listas y astutas. Lejos están, pues, de comprender que en realidad son unas pedorras -simples como el pedo de un asno-, unas maleducadas con pocas posibilidades de que cualquier intento de reeducación pueda hacer efecto en ellas.
Si acuden a una recepción real lo correcto es que hagan uso de la cortesía debida y que eviten cualquier cosa que pueda incomodar a los anfitriones. Eso lo sabe cualquier persona que ha recibido buena crianza, por humilde que sea. En cambio, ellas acudieron reivindicando su preferencia por la república. Hay que tener muy mal gusto para comportarse así. Si no están de acuerdo con la monarquía lo que han de hacer es quedarse en casa y no acudir a la recepción real. Sin embargo, se da el caso de que alguien con muy pocos escrúpulos las nombró ministras de una monarquía parlamentaria, como es el caso de España, y ellas, que tienen menos escrúpulos todavía, y ningún conocimiento, como se va viendo, aceptaron el cargo, con lo cual el delito es doble y aun triple. ¡Qué le
vamos a hacer! Esas cosas hemos de aguantar, como si fuera una plaga que nos hubiera enviado Dios.
Por si fuera poco, estas ‘señoras’ con tan poco conocimiento y ningún miramiento se dedican a dilapidar el dinero de los impuestos, que muchos trabajadores han de dejar de comer para poder pagarlos y a legislar a tontas y a locas de modo que el gobierno que venga ya tiene trabajo sólo para desenredar la madeja, aparte de que tendrá que hacerse cargo del pago de la deuda que deje esta gentuza.
Es imposible que logren entender que lo que hacen está mal. Carecen de entendederas para ello. Pero es que si lograran entenderlo tampoco rectificarían. Intentarían disimular y hacer creer lo contrario.
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