Felipe VI ha sido recibido en Lebrija con aplausos y vítores. A Sánchez se le habrá revuelto el estómago. Se compara y piensa que sale ganando en todos los aspectos y que los españoles no saben apreciar sus cualidades.
De hecho, sus ministros y sus numerosos asesores sí que saben. Hay una foto en la que el presidente y el Rey están cerca uno del otro y Calviño mira embelesada al primero. El segundo como si no existiera. Calviño es Calviño y sabe perfectamente lo que le conviene.
El Rey no necesita que Tezanos diga que es el más guapo, ni que los ministros, todos a la vez, se pongan a aplaudirle cuando llegue. Se comporta con naturalidad y camina con una elegancia que jamás podrá tener el otro, porque lo hace sin afectación, como todo.
Conviene tener en cuenta que si Felipe VI tiene esas cualidades que la gente buena aplaude no es porque haya nacido con ellas, sino que se las ha procurado con su esfuerzo.
La diferencia entre Sánchez y Felipe VI, es que el primero pretende ser más, y para conseguirlo no le importa hacer todas las trampas que hagan falta, mientras que el segundo insiste en ser mejor. Y de ahí, de este empeño, es de donde surgen todas las cualidades que el pueblo admira y agradece.
Es bueno saber que hay un Jefe del Estado que sabe estar en su sitio, decir las palabras justas cuando hay que decirlas y cumplir su papel de garante de la democracia.
Con respecto a esto último conviene recordar que muchos de los políticos españoles, entre los que está Sánchez, desean tener controlados a los jueces, con lo que demuestran su talante totalitario. Gracias al Rey hay un punto del que no pueden pasar, de ahí que intenten desacreditarlo por todos los medios, con el éxito que se ha podido ver en Lebrija.
Sánchez tuvo un plan de actos con la gente, pero le dijeron: que te vote Chapote.
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