martes, 9 de mayo de 2023

Abuso con las vernáculas

 

El mayor tesoro de un país es el compuesto por la juventud, que es la que lo va a dirigir en el futuro. Por ese motivo hay que cuidarla y enfocarla hacia el cultivo de las grandes ideas, la defensa de las libertades individuales, la justicia, la cordialidad, el respeto y especialmente a los más indefensos, etcétera.

Adoctrinarlos es destruir el amor a la libertad, y eso es un crimen que debería tener castigo severo.

Obligarlos a estudiar cosas que no les van a servir para nada, como es el caso de las lenguas vernáculas, es una atrocidad que le pasará factura a la nación más pronto que tarde. Está muy bien que se den incentivos y ayudas a aquellos que, libremente, y sin más beneficio que la satisfacción de sus deseos, opten por estudiar una o más de estas lenguas.

Pero obligar a gastar tiempo y energías a estudiar algo que probablemente olvidarán pronto es demencial. Ese esfuerzo debería dedicarse a algo productivo, lo cual redundará al final en beneficio de la nación. Estudiar latín o griego, o ambas lenguas, sirve para hablar y escribir mejor, y para cultivar el espíritu y deleitarse leyendo a Platón y a Virgilio sin la mediación de los traductores.

La filosofía enseña a pensar con método, que es algo que no saben hacer un gran número de políticos actuales.

Estudiar idiomas extranjeros tiene una utilidad práctica que no es necesario explicar.

Aparte de mermar a los alumnos, la clase política ha introducido unas necesidades ficticias en la población como es el uso de esas lenguas vernáculas o la adopción de ‘sentimientos’ innecesarios que no hacen que frenar el desarrollo y turbar las mentalidades del personal, y todo ello para beneficio de políticos vendehumos que no saben nada más que vender productos que no valen para nada. Por este camino, llegará un momento en que la nación colapsará. No tendrá crédito en ninguna parte.

  Esos libros míos


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