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Que un terrorista, un desalmado, un pederasta, se ensañe con un niño, entra dentro de lo esperado. Que lo haga un colegio, y que además ese colegio sea público, merece que los responsables sean apartados de la docencia de por vida.
La juventud debería ser objeto de la máxima atención por parte de las autoridades, puesto que en sus manos está el porvenir de la nación. Sin embargo, presidentes del gobierno sin escrúpulos han ido cediendo las competencias de Educación a los gobiernos regionales cuyas presidencias han venido recayendo en sujetos con menos escrúpulos todavía y desconocedores por completo de lo que es la vergüenza. Así pues, la juventud española está siendo echada a perder, merced al infame adoctrinamiento al que se la somete y aparte de que va a llegar a la madurez falta de preparación y presa en gran parte de un buen caos mental se va a tener que hacer cargo de una deuda descomunal.
Todos los que son responsables de esto, directamente o en grado de complicidad, o simplemente por no hacer nada por evitarlo, merecen, moralmente, la cárcel.
Pasemos al niño que me ha servido de pretexto para decir lo que antecede. Cursa estudios en una escuela pública de Roncal. Los responsables de lo que le han hecho querrán quitarle importancia, como suelen todos los que causan algún daño. Y es revelador del ambiente de ese colegio, común a tantos.
Es una aberración intelectual, moral y de cualquier otro orden que que se quieran imponer lenguas a los estudiantes o a los adultos. Es algo que además está condenado al fracaso, y no solo eso sino que acelera la desaparición de las lenguas que se quieren imponer. Supone obligar a hacer esfuerzos baldíos, que se podrían emplear en actividades más productivas y a la par que se causan daños psíquicos o morales, que podrían ser causa de suicidio.
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