La prueba de que Isabel Díaz Ayuso es la mejor es el odio y la envidia que le tiene la izquierda. Hasta hay ministros que van a reventarle los actos para agradar a Sánchez.
Ella conoce el guion. No se sale de las normas y no se deja amedrentar. Sin temor alguno, pone las cartas sobre la mesa, a la vista de todos. Lo cual molesta mucho, porque pone al descubierto todos los chanchullos y las trampas de quienes cuando no venden más que humo predican una cosa y hacen otra.
Y en esas que uno de esos panfletos de ultraizquierda que el día que digan una verdad se desintegrarán por incompatibilidad manifiesta con ella, acusa a Ayuso de mentir. Es que vive al revés, el panfleto este. Para él, la verdad es mentira y la mentira, verdad.
Se delata enseguida al quitar importancia a la okupación y decir que cada vez hay. Pero el negocio de las alarmas antiokupas es boyante y proliferan las empresas antiokupas.
No se trata de que haya más o menos okupación, sino de que es criminal y no debería ni una sola. Debería estar castigada con severas penas de cárcel.
Un Estado que no protege la propiedad privada no quiere bien a los ciudadanos, puesto que procura su ruina. En donde no se respeta la propiedad privada o no existe todo es hambre, miseria y temor. El ser humano ha perdido su dignidad al ser convertido en guiñapo. Y el que no se deja convertir, muere.
Todos esos panfletos de extrema izquierda quieren la ruina de España, para implantar el comunismo. Y esta ideología es la que más gente ha matado y sigue matando.
La ultraizquierda y sus panfletos tienen señalados y los atacan con saña a los dos baluartes más fuertes con los que chocan en el intento de lograr sus objetivos. Son Felipe VI e Isabel Díaz Ayuso.
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