Estaba él riéndose de Feijóo cuando éste hablaba. Hay que entender a Sánchez. Se trata de la burla de los tramposos hacia sus víctimas. Dicen que quien actúa así tiene baja autoestima y siente miedo.
A su lado, Calviño con la misma risa. La mujer que se negó a posar para una foto, porque todos los demás eran hombres muestra un sometimiento total hacia su señorito. ¿Dónde habrá conseguido tal virtuosismo en la obsecuencia? Probablemente en casa. Su padre fue un peón de Felipe González. Definitivamente, la familia Calviño no forma parte del gremio de la gente noble.
Sánchez gusta de presumir que es el presidente. Y ha dado muestras repetidas veces de que fantasea con pasar a la historia. Pero no le ha dado por pensar que el cargo que ostenta tiene obligaciones. Se cree que todo son derechos y posibilidades de lucimiento. Pues está dejando en mal lugar la educación que ha recibido, puesto que se comporta como un patán, para vergüenza de los españoles.
En el Parlamento, y en todas partes, debería mostrar una actitud respetuosa, puesto que actúa en representación de todos los españoles, que somos quienes le pagamos el sueldo. Eso sí que lo sabe Feijóo, que en este campo, y en todos, le gana por goleada.
Pero ya que a él le gusta fantasear, hagamos algo parecido. Imaginemos que en lugar de Feijóo quien se estuviera dirigiendo a él, en ese mismo lugar y por idéntico motivo, fuera Ayuso. Cuesta mucho suponer que se podría reír. Con la envidia que le tiene, porque a ella la aplauden por donde pasa, la rabia le saldría a la cara. ¿Y a Calviño?
El caso es que no solo es un patán maleducado. Su asnalidad va más allá de lo previsible. Preguntado tiempo atrás por cómo se combate la corrupción respondió que «preveyéndola». En el debate llamó «peripatético» a Feijóo. O sea, aristotélico. Creyendo que le había llamado más que patético.
Un buen español no puede más que sentir vergüenza.
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