Parece ser que el calibre intelectual del tal Trudeau es más o menos como el de ‘nuestro’ Sánchez, aunque ignoro si también está llevando a cabo la política de tierra quemada para que quien le suceda lo tenga imposible. Lo que está haciendo Sánchez debería ser considerado delito y castigado con penas severas de cárcel.
Trudeau fue interpelado por un estudiante que adujo motivos religiosos, pero nunca debería haber respondido como lo hizo, sino que debió comprender que no todo el mundo tiene la misma opinión sobre las cosas, y que es fundamental que haya quien piense de forma distinta. Debió ser más respetuoso con el joven. El presidente de un país, cuando actúa como tal, debe guardar las formas en cualquier circunstancia. Exactamente como hace Felipe VI y no hace Pedro Sánchez, que también es igual de maleducado que este Trudeau. Aparte de eso, en su torpeza dialéctica obligó al estudiante a decir a que partido vota, al aprovechar el incidente para criticar a los partidos de la oposición, lo cual es un grado máximo de estupidez. Y, además, el voto es secreto.
El colmo de la incultura fue cuando recomendó al estudiante que rece menos y reflexione más. El tipo cree que tiene la verdad. Se burla de la religión y adopta el dogma woke.
Si en lugar de tener delante a este joven, se hubiera visto las caras con Gustavo Bueno, ateo radical, habría sufrido un vapuleo, que si además hubiera sido retransmitido por televisión y lo hubieran visto los canadienses no habría podido volver a salir a la calle. Habría tenido que emigrar. El ridículo habría sido espantoso.
Habla de reflexionar, como si supiera lo que es. Y lo que demuestra es que ni siquiera ha intentado leer nada que lo que le interesa de lo mucho que se ha escrito sobre la cuestión.
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